La digitalización ocupa parte de mi vida y no solamente por pasarme frente a la computadora gran parte de mis días sino porque he adoptado las ventajas que las herramientas digitales ofrecen para facilitar mi existencia. Uso internet como una herramienta que me ayuda ahorrar tiempo aunque no sepa bien para que quiero ahorrarlo. Es por eso que pago mis cuentas por internet, reservo las entradas de cine, hago las compras del supermercado, pido el helado y de vez en cuando compro algún que otro producto en otro país a través de este medio.
Estas últimas, las compras digitales, tiene un valor agregado. Es que cuando compro algo por esa vía compro ademas del producto o una travesía digital que, podrá parecerles ridícula, pero que alimenta mi ansiedad e imaginación. Cada vez que lo hago me dedico a seguir entusiasmadamente unas 15 , 20 veces por día el estado del paquete. Ingreso en el sitio del correo y sigo cada paso que da e imagino el lugar donde está o el empaque o quien se esta ocupando de el. Lo imagino en una cinta transportadora o amontonado en un avión junto a otros paquetes, y lo veo despidiéndose de cada uno de sus compañeros de viaje cuando llega el momento de separarse.
Una boludez, si, pero boludez que hoy fue lo que me hizo un poco feliz.
El Proyecto felicidad 